LA VIOLENCIA COMO ESPEJO DE LA IGUALDAD
La desigualdad a lo largo de la historia se ha visto afectada dependiendo de los grados de violencia. Una disminución de la desigualdad venía, casi siempre, acompañada de los cuatro jinetes de la violencia: las guerras, las revoluciones, las quiebras y las plagas.
Las dos guerras mundiales fueron uno de los fenómenos que más disminuyó la desigualdad, sobre todo la segunda.
Japón era uno de los países más desiguales del mundo, con unos ingresos muy grandes. Pero este país entró en la Segunda Guerra Mundial, primero intentando imponer su control en China y después creando un imperio colonial. La cuarta parte de la población masculina de Japón había entrado en el ejército y la producción de armas se multiplicó. Todo esto tuvo un efecto importante en la economía, los salarios y los precios de las tierras empezaron a estar regulados y los impuestos aumentaban casi todos los años... Empezaron a poner leyes, con las cuales se les otorgaba más beneficios a trabajadores de empresas, el gobierno podía bajar los precios de las tierras y obligar a los ricos a vender tierras arrendadas. La inflación se aceleró durante la guerra, lo que redujo el valor de los bonos y los depósitos. El capital físico fue destruido.
El PIB real en 1946 era un 45% más bajo que en 1930 y comenzó la hiperinflación. Los precios de consumo en 1948 era un 18.000% más alto. Se buscaron muchas medidas después de la guerra para poder igualar los ingresos, dar empleos de por vida y reestructurar empresas y su relación con los trabajadores. La guerra total había equilibrado de forma absoluta a Japón.
Los países con más caídas en los ingresos más elevados en la Segunda Guerra Mundial, comparados con los de la preguerra, son los que estaban al frente, que es del 31%. Esta caída media es del 28-29%. La caída de participantes menos desarrollados o más remotos es del 24%. Argentina es la excepción ya que se mantuvo neutral y estaba muy lejos de los escenarios principales, aumentó sus ingresos un 14%.
Estas dos guerras fueron muy perjudiciales para los propietarios de capital, ya que la mano de obra y la producción se dispararon. Se invirtió en muchos soldados que fueron movilizados, muchos carros de combates, aviones militares y mucho armamento que fueron financiados solicitando préstamos, recaudando impuestos... Esta financiación llevó a una inflación. Solo las principales potencias occidentales pudieron gestionarla. En Estados Unidos y Reino Unido, los precios se triplicaron solo entre 1913 y 1950. En Francia se multiplicaron por cien y en Alemania se multiplicaron por trescientos.
Vamos a ver ahora
En Francia,
el porcentaje de ingresos más elevados se redujo 68 veces más rápido durante la guerra
que 38 años posteriores a ella (92% de la reducción total desde 1938 se había
producido en 1945). Casi lo mismo pasa en Canadá, con un 77% de reducción durante
la guerra. Japón está en la cabeza, con porcentajes que nunca más se han vuelto
a alcanzar. En Estados Unidos, la disminución fue 10 veces mayor en ambas
guerras que en la posguerra. En países que no estaban tan afectados por la
guerra, solo se disminuyó en 3 o 5 veces más que en la posguerra.
Ahora hablaremos sobre las revoluciones, centrándonos en la rusa y en la francesa.
En Rusia, en 1917,
una grave recesión económica había desencadenado revueltas campesinas y
los trabajadores en huelga se habían hecho con el poder de numerosas fábricas. En
1919, el 97% de las tierras cultivables estaban en mano de los campesinos. Se prohibió la fabricación privada, y el comercio privado fue
abolido. Todas las grandes empresas fueron nacionalizadas.
Estas
intervenciones garantizaron la equiparación, pero sus consecuencias económicas
fueron desastrosas: los campesinos frenaron la producción y destruyeron ganado,
y tanto la tierra cultivada como las cosechas disminuyeron. Los aldeanos ahora
eran más pobres, pero más igualitarios. La inflación desenfrenada ayudó a ello,
ya que, en 1921, los precios estaban 17.000 veces más altos que en 1914.
Stalin,
obsesionado por destruir a los terratenientes que tenían grandes
tierras, optó por la fuerza. Contemplaba la ejecución de estos, las
deportaciones o encarcelamientos. Los campesinos más adinerados tuvieron que
pagar elevados impuestos y fueron expulsados de sus tierras.
En 1937, un 93% de la agricultura soviética había sido colectivizada a la fuerza, las granjas habían sido destruidas y el sector privado había quedado reducido. Estos cambios habían supuesto unos enormes costes. Aunque los campesinos sufrieron mucho, en la ciudad los salarios reales se redujeron un 50% entre 1928 y 1940.
En cuanto mejoró el rendimiento económico, la desigualdad de ingresos empezó a remontar. El final del sistema soviético permitió una rápida inversión de la situación. En 1988, más del 96% de la población activa trabajaba para el Estado. La desigualdad estalló tras la caída de la Unión Soviética. Los Gini de ingresos de mercado casi se duplicaron. En cuanto las limitaciones políticas fueron eliminadas y sustituidas por la mezcla de mercados y capitalismo, la desigualdad de ingresos y riqueza se dispararon.La Revolución Francesa no fue tan drástica:
Francia
estaba caracterizada por altos niveles de disparidad de riqueza e ingresos. El
coeficiente de Gini se situaba aproximadamente en 0,59. Los pobres debían pagar
más impuestos que los ricos. Además, los pobres estaban obligados a trabajar para los ricos.
El activismo
campesino, que era cada vez más violento, y la legislación de la reforma
metropolitana se entrelazaron en un proceso dialéctico que no condujo a un
acuerdo, sino a una radicalización mutua.
Las tierras
de los nobles que habían emigrado fueron confiscadas y vendidas con la
finalidad de beneficiar a los pobres. En consecuencia, los campesinos acabaron
teniendo un 40% de esas tierras. Los terrenos confiscados podían pagarse a doce
años, lo que ayudó a los más pobres.
La
redistribución en general fue bastante limitada: solo un 3% de todas las
tierras de cultivo fueron adquiridas por campesinos.
No existen
indicios de que la RF provocara algo comparable a la equiparación originadas
por las grandes revoluciones del siglo XX. Una revolución contenida en sus
medios y ambiciones propició menos igualitarismo.
Un Estado
fallido premoderno
es aquel que no podía proteger a los principales aliados, reconocer rivales
internos y externos, obtener ingresos para llevar a cabo estas tareas o
enriquecer a la élite poderosa.
Un
derrumbamiento de sistemas ha sido definido como una pérdida rápida y significativa de un nivel
establecido de complejidad social.
El fracaso
de un Estado era un potente medio de igualitarismo debido a cómo interfería en
el enriquecimiento de la clase gobernante. Como hemos estado viendo, la riqueza de la
élite se deriva de dos fuentes: la acumulación de recursos por medio de
inversiones y la acumulación depredadora a través del servicio al Estado.
Ambos flujos
de ingresos dependen del Estado. El desmoronamiento de este podía reducir las
rentas del capital y eliminar por completo los beneficios derivados del
ejercicio del poder político. A consecuencia de ello, las élites establecidas
podían sufrir pérdidas a gran escala.
El último jinete de la violencia son las plagas, y en este caso nos centraremos en la peste negra.
La peste estalló en 1320, y fue provocada por la cepa
bacteriana Yersinia pestis, que reside en las pulgas. Docenas de especies de
roedores son portadoras de pulgas infectadas de la peste. La necrosis celular y
la intoxicación del sistema nervioso son las consecuentes de que maten a un 50%
o un 60% de los infectados en cuestión de días. Esta plaga se había expandido
por todo el mundo.
Durante esta
pandemia, la actividad humana se redujo. Los cambios más fundamentales se
dieron en la esfera económica. La peste negra llegó a Europa en una época en
que la población había crecido enormemente. La peste condujo a una espectacular
reducción de la población. Esto hizo que la tierra fuera más abundante que la
mano de obra. Los alquileres de tierras y los tipos de interés cayeron, los
terratenientes salieron perdiendo.
El
desarrollo de este proceso dependía en gran medida de las instituciones y
estructuras de poder que tenían potestad para negociar con los trabajadores. Los
empresarios presionaron a las autoridades para que frenaran el creciente coste
de la mano de obra.
El coste de la mano de obra aumentó rápidamente tras la peste negra.
Los efectos de la peste en la desigualdad fueron claros: una reducción en el precio de la tierra y la comida y un aumento en el precio de la mano de obra tuvieron que favorecer a los pobres, y por lo tanto disminuyó la desigualdad de ingresos y riqueza. La nobleza hacía frente a una crisis, ya que el valor de los productos agrícolas de sus fincas decreció y los salarios de quienes lo cosechaban aumentaron. A medida que los arrendatarios desaparecían a causa de la enfermedad, los terratenientes tenían que contratar a más trabajadores a cambio de mejores salarios. Los arrendatarios que seguían con vida gozaban de contratos más prolongados y alquileres más bajos.
En la siguiente gráfica podemos ver la reducción de población desde 1300 aproximadamente hasta 1400.
En conclusión, la igualdad siempre ha venido acompañada de violencia y en muy pocas ocasiones se ha podido reducir la desigualdad pacíficamente.
Comentarios
Publicar un comentario